Los sistemas energéticos rurales sustentables (SERS) responden a la urgente necesidad de satisfacer de energía al 75% de los habitantes de zonas rurales del país —que vive en condiciones de pobreza energética y marginación— a través de un conjunto de ecotecnologías integradas, que generan, transforman, almacenan y distribuyen energía de fuentes renovables locales. En este contexto, es imperativo reconocer que el sector rural tendrá un papel preponderante en el futuro, pues nuestras sociedades deben volverse más locales, autogestivas, democráticas, diversas y equitativas como respuesta a la crisis civilizatoria actual. Con este objetivo, se recomienda: (1) promover el reconocimiento y apropiación de perspectivas múltiples sobre la energía; (2) fomentar procesos de innovación tecnológica participativa; (3) desarrollar centros regionales ecotecnológicos; (4) crear un programa nacional de formación de técnicos en gestión de energía a nivel local y comunitario; (5) favorecer la integración de sistemas económicos y energéticos locales; (6) impulsar una legislación consistente con los principios que rigen los SERS; y (7) brindar incentivos económicos, subsidios para la compra de equipos, tarifas preferenciales para la electricidad y otro tipo de esquemas financieros.
En México, el segundo sector de mayor consumo energético es el industrial (33.4%), seguido por el residencial y comercial (20%), de un total de 4,760 PJ. En todos los casos, los combustibles fósiles son la principal fuente de energía, y los usos térmicos son los más comunes. Sin embargo, la disponibilidad y la producción de los combustibles fósiles presentan una tendencia a la baja a nivel global, y su uso intensivo ha demostrado tener impactos negativos no sólo para la salud pública, sino para los esfuerzos de mitigación del cambio climático. Ante este escenario, debemos transitar hacia un uso más sustentable, justo y soberano de la energía. En particular, se recomienda al sector industrial: (1) impulsar medidas para conseguir una mayor eficiencia energética; y (2) promover la sustitución de combustibles fósiles con bioenergía y calor solar. Para el sector residencial y comercial, se recomienda: (3) crear una cultura de ahorro energético; (4) formular programas y normas de construcción que incentiven el diseño bioclimático de las edificaciones; y (5) fomentar el uso de bioenergía y tecnologías solares.
La energía es esencial para garantizar la mayoría de los derechos humanos; sin embargo, 4 de cada 10 hogares en México viven en condiciones de pobreza energética. Para remediar esta situación y para promover tanto el desarrollo como la autonomía a nivel local con base en fuentes renovables, la transición energética debe democratizar el acceso a la energía. Impulsar la generación distribuida de energía es una estrategia capaz de cumplir con este objetivo, pues consiste en la implementación de un conjunto de ecotecnologías integradas a la red eléctrica nacional, de forma que la ciudadanía pueda convertirse en “prosumidora” —productora y consumidora— de su propia energía. Lo anterior implica: (1) promover el desarrollo de proyectos de energía distribuida desde un enfoque de innovación social; (2) priorizar la eficiencia energética y el aprovechamiento del potencial renovable local; (3) simplificar aspectos legales, normativos y regulatorios; y (4) integrar la generación distribuida a procesos que impulsen proyectos productivos en las comunidades. De forma adicional, para que los proyectos de energía distribuida sean exitosos se deben cubrir los siguientes aspectos: monitoreo ciudadano, evaluación integral, sostenibilidad económica y evaluación de sustentabilidad.
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